PRESENTE
¿Pero ahora qué dice? No es gracioso.
-Eres muy simpática. No sé como tus compañeros son tan gilipollas como para ni hablarte.
-Esos gilipollas son tus amigos.
-No han demostrado ser buenos amigos.
-A mi, pero no a ti.
-¿Y qué hago? ¿Esperar a tener un problema para que me dejen de hablar?
Ups, ¿qué he hecho? ¿He hecho que se dejen de hablar?
-No te pongas así.
-¿Y cómo quieres que me ponga?
No sabía que contestar. No entendía su cambio de opinión hacia sus amigos. Vale, si, se pasaron insultándome y haciendo que me sintiera como una mierda, pero a él no.
-Te mereces que te traten mejor.
-Ahí estás tu para que me siente bien.
-¿Eso hago?
Claro que si, tonto.
No le respondí con palabras, pero mi sonrisa lo afirmaba. El también me sonrió.
-Tienes una bonita sonrisa.
Eso no me lo esperaba, me puse nerviosa y algo roja. Nunca me lo habían dicho.
-¿Qué...dices...?
-Que tienes una bonita sonrisa. Me gusta mucho.
Que gracioso, y mis compañeras no querían que sonriese. No hay palabras para describir como sentía. Engañada por lo que dijeron las arpías de mi clase, aunque, claro, en ellas no me esperaba otra cosa, y feliz por todo lo que me dice Dani. Es genial.
-Gracias...
-Solo son sincero.
-Pues gracias.
-De nada.
No sabía que decirle, no suelo hablar con nadie, y menos tener que darle a alguien un cumplido.
Noté como mi móvil vibraba. ¿Papá o mamá?
Papá.
Ali, ¿estás en casa? Yo hoy iré a cenar a casa a cenar contigo. Hace mucho que no tenemos charla padre e hija.
Le respondí rápidamente.
No estoy en casa, he quedado. ¿Cuándo llegaras a casa?
-¿Con quién hablas?
-Con mi mejor amiga. -dije con un tono muy repipi.
-Muy graciosa.
He salido ahora del trabajo. Pues tranquila, voy a comprar algo para cenar. Te espero para cenar.
Vale, en 2 horas estaré allí.
Ok.
-Era mi padre, hoy cena en casa.
-Que bien.
-Si, no suele cenar en casa. Desde que se divorció de mi madre, le veo poco. Así que...tengo que ir al centro a coger el bus.
-¿Te acompaño?
-Como quieras.
-Pues vamos.
Recogimos todo y tiramos en el cubo de basura las latas y el papel y fuimos dirección al autobús.
El autobús tardó en llegar, pero mientras tanto hablábamos de tonterias. De chorradas sin sentido.
Cuanto más hablaba con él, más me daba cuenta de que quería estar con él. Me hacía sentir bien, nadie me había hecho sentirme así. Estaba feliz, feliz con el mundo y conmigo misma. Me sentía capaz de todo, no había obstáculos. Cada vez que le miraba y sonreía, en mi estómago se formaba un revuelto de mariposas que revoloteaban nerviosas.
¿El sentirá lo mismo al verme sonreír? No lo creo.
Mi corazón se acelera cuando, sin querer, el roza su mano con la mía. El simple roce me hace ponerme nerviosa.
¿Esto qué es? ¿Amor? ¿Tan pronto? No lo sé.
Llegamos al centro y bajamos y fuimos a la parada. Envié un mensaje para saber el tiempo que le quedaba para que llegara.
20 minutos.
-Si quieres, te puedes ir, son 20 minutos de espera.
-Me quedo, así no te aburres.
-Llevo años sola, no me preocupa unos minutos de soledad.
-Aprovecha que después de tanto tiempo, tienes a alguien con quien te puedas entretener.
-Lo celebraré.
-¿Lo celebras conmigo?
-¡Claro!
Y sin esperármelo, me dio un beso en la mejilla.
¿Y eso? ¿Qué digo? ¿Qué hago?
-Beso de despedida.
-No me voy ahora...
-Ya, bueno, pero no quiero que pase como la última vez con el número de teléfono, quiero que esta vez me lo devuelvas.
-¿El beso?
-Obvio, tu número ya no hace falta, ya lo tengo.
¿Le doy un beso?
Si, un simple beso, no es complicado.
Me acerqué a el, y fui dirección a su mejilla, y cuando iba a rozar mis labios con su piel, el movió su cabeza un poco, y en vez de besar su mejilla, le di un beso en los labios.
Me sonrojé, pero a el le pareció divertido porque se rió.
-Tendrías que ver tu cara ahora. Pareces un tomate.
-Normal.
-¿Qué diferencia hay?
-¿Te parece normal? Creo que hay mucha diferencia una despedida en la mejilla que en los labios. ¿O a todas tus amigas le das un beso en los labios como despedida?
-Se podría decir que no.
-Pues eso.
Ahora solo quería que llegara el autobús. No quería mirarle a la cara, me daba vergüenza.
Nos quedamos en silencio mientras el seguía sonriendo.
-Venga, ¡era broma!
-No le veo la gracia.
-Yo si.
Me di cuenta que a lo lejos el autobús que tenía que coger estaba parado en un semáforo en rojo.
-Ya esta ahí. Me despediría de ti, pero ya lo he hecho.
-Puedes volver a hacerlo.
-No, gracias.
-Una pena.
Le sonreí irónicamente y saqué mi monedero.
-Gracias por la tarde. Me lo he pasado bien.
-Lo mismo digo. Nos vemos mañana.
-¿Vernos? -dije mientras se paraba el bus.
-Claro. Adiós. -Y se fue.
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