jueves, 16 de mayo de 2013

6 CAPITULO

HACE 2 AÑOS
Desde ese día, cada vez que tenía un mal día, que eran la mayoría, cogía una cuchilla y me cortaba un poco. Hubo un momento en el que, mi muñeca estaba llena de cortes y no podía cortarme en en la muñeca.
Un día que llegué a casa de mi madre dolorida por los insultos, cogí la cuchilla, y sin pensármelo, me corte por las piernas, por encima de la rodilla hacia arriba.
Esto me parecía tan normal como respirar. Me ocultaba las heridas bajo mucha ropa para que nadie las viera.

En el instituto ya no se callaban los insultos, sino que me lo decían a la cara y se reían de mi señalándome.
Se quejaban de que no hablaba con nadie y me llamaban 'marginada', 'bicho raro' o 'rara' a secas.
También pensaban que era lesbiana por no cambiarme en el vestuario como el resto. 
-'Se ha unido a su madre.' 
No sé quien dijo eso, pero conocería a mis padres. No me molestaba que dijeran eso, no es un insulto, pero no me gusta que se digan falacias sobre mi.
Me llamaban puta siendo que saben perfectamente que no lo soy.
Me miran con cara de asco y cuando paso al lado de un grupo siempre imitan arcadas. No es agradable.

Pensé en decirles a mis padres de cambiarme de instituto, pero tendría que informarles de mi...situación y no quería.
El único que sabe algo de que no me siento bien en clase es mi padre, pero ya no hablamos y ni nos vemos.
Mi madre esta con su novia, a mi no me hace tanto caso.
Ambos están con sus prioridades, y yo no estoy en ellas.

Un día, llegué a casa harta de tantos insultos, harta de tanto llorar, harta de no sentirme querida, harta de que no se me valore, harta de que ni mis padres me hagan caso, harta de ni yo misma gustarme...
Abría la puerta de la nueva casa de mi padre y dejé la mochila y fui directamente a la cocina.
Busqué el cuchillo más largo y afilado y sin pensármelo dos veces, me corté con rabia, no una, ni  dos, ni tres, sino muchas veces. 
Vi toda la cantidad de sangre que salía de mis muñecas. Me asusté, ya que me empezó a doler un poco. Pero en seguida dejé de notar dolor alguno.
Caí al suelo encima de un gran charco de sangre. Veía borroso y cerré los ojos ya que no merecía la pena dejarlos abiertos. 
Después de eso no recuerdo más.



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