domingo, 19 de mayo de 2013

CAPITULO 8

PRESENTE
-¿Qué tal tu día? -dijo Daniel después de haber dejado a la multitud atrás.
-Larga, muy larga... y aburrida, ¿y la tuya?
-Igual, tenía muchas ganas de estar contigo.
Eso no me lo esperaba. Como es de esperar, me puse nerviosa y me puse como un tomate.
-Tu...tu...¿a qué hora terminabas el instituto? -dije para cambiar el tema.
-Media hora antes que tu, pero también es que entro antes que tu.
-No sé que es mejor, entrar antes y salir después o entrar después y salir más tarde.
-Depende, si no te importa madrugar.
-A todos les importa madrugar. No conozco a nadie que le guste levantarse temprano. -aun que, la verdad es que no conozco a mucha gente.
-Ni yo, pero habrá alguien raro por el mundo que si.
-Yo soy rara y no me gusta madrugar.
-Pues aun más rara -dijo mientras me sonreía.
-¿A dónde vamos?
-Ya te dije que era sorpresa.
-Si, pero creía que ahora me lo ibas a decir.
-¡Qué va! Vamos por aquí. -dijo mientras cambiabamos de acera. Hacía un buen día, soleado.
-No me gustan las sorpresas.-dije.
-Me da igual. -dijo guiñandome un ojo.
Abrí la boca indignada.
-Que malo.
-Si, pero luego te alegrarás.
-Tal vez... -dije mientras le sonreía. Hoy iba muy guapo, llevaba unos vaqueros oscuros con una camiseta de manga corta de color verde. La luz del sol hacía que sus bonitos ojos azules se notaran más y su pelo estaba rebelde. Me fijé que no llevaba mochila.
-¿Qué haces sin mochila?
-Uy uy, vas descubriendo cosas.
Le miré extrañada.
-¿Qué? ¿No has ido al instituto?
-Salía media hora antes que tu, si, pero para hacer esto necesitaba más tiempo.
-¿Cuánto tiempo?
-Toda la mañana.
-Pues tenías que haber ido al instituto.
-No pasa nada, era por una buena causa.
-Me acabas de conocer, no sabes si merezco la pena o no.
-Sé que si.
-¿Cómo lo sabes?
-Se ve.
-No entiendo.
-Poca gente me entiende.
-Si te explicas así con todos, normal que no te entiendan. 
Andamos un rato más en silencio. Me pareció mal que faltara a clase por mi, no me conoce.
Justo al preguntarle que hacia donde ibamos, nos paramos en un portal.
-¿Tu casa?
-¡Premio! -dijo mientras abría la puerta. -y como premio, te invito a comer a mi casa.
No me lo creía. Le sonreí mientras subía por las escaleras.
Abrió la puerta de su casa y entramos. Tenía una casa amplia. Desde la puerta pude ver que en una misma habitación se encontraba el salón junto a la cocina y al fondo había una terraza con una mesa y dos sillas. En la mesa estaban los platos, vasos y cubiertos.
-Como en tu casa. -dijo mientras subía por las escaleras. 
Fui al sofá y dejé mi mochila. Como el no bajaba, fui a la cocina. Olía muy bien. Me fijé que había preparado unos espaguetis con tomate. Que mal...no se comer espaguetis, además con tomate. Me ensucio la boca.
Iba a mirar lo que había de segundo, pero una rosa roja me impidió verlo. Me di la vuelta y pude ver a Daniel con la rosa ofreciéndomela.
-No tenías porque hacer. -dije mientras cogía la rosa.
-Si, lo sé, te acabo de conocer. -dijo mientras repetía mi tono de voz.
-Yo no hablo así.
-Si que lo haces.
-No. -dije, le sonreí y me fui a fuera a la terraza. No hacía viento, así que ibamos a comer de maravilla. Me asomé y vi toda la ciudad. Nunca lo había visto la ciudad desde tan alto.
-¿Qué quieres de beber?
-Agua-dije sin apartar mi vista de la ciudad.
Me sentía...bien, feliz.
En casa no tenía estas bonitas vistas y me quedé asombrada.
-No es para tanto.
-Porque estas acostumbrado, pero es muy bonito. La casa de mi madre está en un segundo y en una calle algo cerrada, asi que no se ve casi nada. Y la de mi padre es una gran casa alrededor de la nada.
-Lo siento, debió de ser horrible.
No entendí  porque dijo eso, pero luego caí. Mis padres.
-Ah, pasó hace ya un par de años.
-Pero igualmente...no me lo podría imaginar. Sería tan horrible tanto para mi como para mi hermano. Aunque nos podríamos ayudar mutuamente.
-Tendríais suerte, yo lo pasé sola.
Daniel me miró con los ojos abiertos, sorprendido y apenado. ¿Tanta pena doy?
-Tendrás primos que te hayan apoyado, ¿no?
-Tengo una por parte de padre con la que hablo colo en navidades. Mi madre es hija única.
-Joder, y yo que pensaba que tener 7 primos eran pocos.
-Siempre depende de como lo mires.
-Claro.-dijo mientras miraba las vistas por primera vez. Seguro que se sentiría incómodo. Suspiré y el dio una palmada fuerte. -¡Vamos! La comida está lista.
-Espero que no me envenenes, confío en ti.
-¿Envenenarte yo a ti?Que idea más malvada. Lo apunto para la próxima.
-Muy gracioso. -dije mientras me sentaba.
-Como habrás visto, -dijo mientras iba a la cocina a por la comida. -hay espaguetis.
Sirvió los espaguetis en los dos platos. En uno más que en otro.
-¿Quieres más? -dijo mientras yo cogía el plato con menos.
-No, suficiente, gracias.
Miré mi plato, ¿y ahora? ¿Cómo me como los espaguetis sin llenarme la cara de tomate? 
-Espero que te guste. Pero claro, soy un excelente cocinero y seguro que te gustan.
-Claro que si, creido.
-Realista, soy realista.
-Lo que tu digas. -dije mientras cogía el tenedor. Enrolle algunos espaguetis y me los metí a la boca. Me dí cuenta de que Daniel me miraba sonriendome.
-¿Qué pasa?
-Que cuidado has tenido eh.
-Claro, ¿qué quieres? Así como yo. -mentira.
-Mentira, nadie como así los espaguetis. Seguro que en tu casa te manchas pero bien los morros.
-Tal vez. -dije mientras volvía a enrollar algunos espaguetis y me los metía a la boca. -¿Tu no comes?
-Ahora voy. -y después de decir eso, enrolla un montón de espaguetis y se los come. Unos cuantos espaguetis se le cayeron de la boca y se llenó los morros de tomate. Solté una carcajada.
-¿Qué? 
-Oh nada.
-No soy de los que comen educadamente cuando hay visitas.
-No, si ya veo.
-Soy educado...pero en el tema de la comida...no.
Después de habernos comido los espaguetis de una forma o de otra y de haber intercambiado muchas risas, Daniel fue a por el segundo plato.
Miré otra vez las vistas. Preciosas.
Hoy es un día para recordar. Mi primer buen recuerdo después de...todo eso.

HACE TIEMPO...
Lo único que vi al abrir los ojos fue una pared blanca. Escuche silencio...
Miré a un lado, nada. Al otro, mi madre. Sentada en un sofá dormida.
''¿Qué hago aquí?'' Pensé en despertar a mi madre, pero aún durmiendo tenía pinta de cansada, de no haber dormido. Dejé que durmiera más.

Me dí cuenta de que tenía ambos brazos vendados y recordé.
''¿Tanto me pasé?''
No recordaba mucho, solo en lo que pensaba hacer. Y parece ser que no dio resultado y no se si alegrarme o llorar.
Cerré los ojos y enseguida me quede dormida.

Cuando volví a despertar, lo primero que vi fue la cara preocupada de padre. Había llorado.
-¡Ali! ¿Cómo estas? Nos tenías tan preocupados... -dijo mi padre.
En el momento en el que mi padre saltó, alguien no dejaba de darme besos. 
-Ali, que susto... -dijo la voz aliviada de mi madre. -¿Por qué?
''¿Quería que respondiera?''
Suspiré, ahora que lo saben tendré que explicarles todo, aunque hay partes que ya se imaginaran
-Sé que no querrás hablar con nosotros sobre este tema y que ahora estás cansada y eso... Por eso vendrá a hablar contigo una psicóloga todas las mañanas a hablar contigo. Bueno, en las que estés en el hospital. -dijo mi padre.
-¿Y cuánto será eso?
Ninguno de los dos respondió. Se miraron, pero al final mi madre dijo:
-Las heridas son profundas. Tenías muchas...y sin tratar. Tus heridas estaban infectadas. Y hasta que no se curen todas las de tu cuerpo no te irás. Orden del médico.
''Cuanto me alegro.''
-Te hemos cogido tu móvil y unos cascos para que puedas conectarte a internet o escuchar música. También varios libros. Como ahora te has aficionado a la lectura, pues te hemos comprado un par. 
Los cogí y leí el título:
'La princesa de hielo' y 'Éxodo'.
-Grcias.
-Ahora vamos a hablar con el médico para que hable contigo. -dijo mi madre mientras me daba un beso en la frente.
Y mientras mis padres salían de mi habitación, se me escapó una lágrima.

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