PRESENTE
El resto de la comida se resumió a hablar de él. Yo quería que lo hiciera, no quiero hablar de mi. Me da miedo que me deje de hablar por...como soy.
Daniel me contó sus anécdotas de su niñez, de sus campamentos, de su instituto, de su familia y los amigos que son y fueron.
-Amigos son uno de cada 100, ¿no? -me pregunto.
-Si, pienso lo mismo.
En mi caso ha sido, 0 de cada 100.
Mientras recogíamos todo, me dijo:
-Jo, solo he hablado de mi y no sé casi nada de ti. Juegas con ventaja.
-Verdad, a lo mejor me aprovecho.
-Muy graciosa, venga, dí tu algo sobre ti.
-Adivina.
-Odio eso.
-Lo sé, juego con ventaja.
Suspiró, pero al final asintió y se quedó callado mientras pensaba.
-Vale. Ali, eres la típica chica que le importa todo más bien poco y que, por lo poco que sé, la vida te ha dado un buen palo.
Me impresiono.
-Si, se podría ver de esa forma.
-¿He acertado?
-Si, pero has fallado en lo de ''típica''. En lo de que la vida me ha dado palos no es como a ti, que tu amigo te traicionó o que te dejaron de hablar por una pelea. Tu has tenido apoyo en eso. Yo no lo tuve.
-Explícate mejor...
-Lo tuyo han sido pequeñas caidas comparadas con las mias.
-¿Pequeñas? Pues me quede hecho polvo.
-Ya, pero lo tuyo fue que tu amigo te dejo de hablar y lo mio fue que todas mis amigas incluida mi mejor amiga me dejaron de hablar con la simple excusa de que era rarita.
-¿Todas?
-No tengo a nadie.
Miró la mesa sin saber que decir.
-Cuando mis padres se separaron, -dije para impedir el silencio- lo pasé muy mal. El ambiente por casa era más que horrible y en un día para otro, todos dejaron de hablarme. No preguntaron como estaba, pasaron de mi.
Daniel se quedó callado, otra vez.
-Soy un bicho raro que nadie quiere como amiga.
-¿Nadie? Disculpa, pero yo me llamo Dani.
Le miré sorprendida.
-Espérame, ahora vuelvo.
Y justo al desaparecer de mi vista, sonreí. Fue un acto reflejo. Nunca me había pasado.
'¿No le importa? ¡No le importa! O si y lo ha dicho para quedar bien...' Dejé de sonreír.
Le oí hablar mientras bajaba por las escaleras.
-El día que nos conocimos me dí cuenta de que escuchabas un disco de Green Day. -Le vi bajar de las escaleras y acercarse a mi. -No te voy a mentir, eso me encanto de ti. Me encanta Green Day. Cuando te fuiste, me di cuenta de que no compraste el disco-dijo mientras dejaba al lado mio algo cuadrado envuelto en papel de regalo.
-No...no me lo creo.
-Lo sé, soy genial.
-No, no lo acepto.
-He tirado el ticket de regalo, no lo puedes devolver y yo ya lo tengo.
-Pues a alguna de tus amigas.
-Naaaa. -dijo mientras me sonreía. -Venga, si desees aceptar el regalo.
-Ya, que bien me conoces eh.
-No, tengo que conocerte más a fondo. -dijo guiñándome un ojo.
No se como interpretar eso.
-Pues muchas gracias, no se como agradecertelo.
-Me vale con tu presencia.
Me reí, y el al darse cuenta de lo que había dicho, también.
-No, vale, pero lo único que tienes que hacer es aceptar volver a salir conmigo.
-¿Único? Tendría que esforzarme eh. Vestirme y todo eso...salir de casa, caminar. -Dije mientras me sentaba en el sofá. El me miró indignado, pero yo igualmente me reí. -Claro que saldré contigo Dani.
-Por fin me llamas Dani, ¿ya me consideras tu amigo?
-Claro.
-Ese es el primer paso. -dijo mientras se sentaba a mi lado.
¿Primero paso? ¿Para qué?
AÑOS ATRÁS
No entiendo, ¿sigo viva? No sabía como tomármelo, ¿bien? ¿mal?
¿Qué es esto? ¿Una segunda oportunidad?
Me di cuenta de que cuando se fueron mis padres a casa a comer algo, dejaron a una enfermera al lado mio, observando y a veces dando conversación. ¿Creen qué cuando se den la vuelta voy a volver a intentar quitarme la vida?
La enfermera nunca sacaba temas personales, solo sobre los libros que leía y música.
Después de estar un par de días en reposo, una mujer de unos 45 años de edad, pantalón negro, camisa blanca y chaqueta negra entró en mi habitación.
-¿Cómo te encuentras Alicia? -Dijo sentándose en el sillón de al lado de mi cama. Levanté los hombros de modo de respuesta, con gesto indiferente.
-Yo soy Elena, y vengo a hablar contigo.
-Un loquero, ¿verdad?
-Creo que no he estudiado psicología durante varios años para que luego lo llamen ''loquero''.
-Tratas a locos.
-¿Consideras que estás loca?
-Un poco.
-Pues yo creo que no lo estás.
-¿Lo que he hecho lo ves normal?
-No, pero eso no significa que seas raro o que estés loca.
Me callé.
-Ha sido una elección como otra cualquiera. Mala, obviamente, porque que no estés loca no significa que lo que has hecho este bien. Has tenido suerte y podrás aprender de esa mala elección.
Miré mis manos, nadie había sacado el tema de mi ''elección''.
-Lo primero de todo, y lo vuelvo a decir, es que no estás loca, que no eres rara. Eres una persona con sus decisiones, como todos. Decisiones malas o buenas. Yo trato con personas que quieren cambiar para poder vivir y hacerse como persona, para vivir en paz consigo misma. Yo no puedo dar de mi parte si tu no das de la tuya.
Asentí sin mirarla.
-Bien, ¿por dónde empezamos?
Cerré los ojos, suspiré y los volví a abrir. Miré a Elena y por primera vez, hable de mis problemas con alguien.
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